domingo, 15 de junio de 2008

Divorcio

A propósito del día del amor….

En las últimas décadas se han registrado incrementos notables en las tasas de divorcio a nivel mundial, si bien en países con altos niveles de desarrollo como los Estados Unidos, Francia y Canadá el 50% de los matrimonios terminan en divorcio, en México el panorama siendo más conservador mantiene la misma tendencia: en el 2005 de cada 100 matrimonios, 12 terminaron en divorcio, para ser más claros, en el año 2003 se registraron a nivel nacional 64 mil 248 divorcios y en 2005 70 mil 184 (INEGI, 2005).

Las estadísticas oficiales revelan que el divorcio en México se hace más presente a partir de la década de los 50’s. De esta manera la tasa de divorcio pasa de 4.4 por ciento en 1950 a 11.8 por ciento para el año 2005.

Impactante realidad de frías cifras sin rostro, finalmente los números tienen miles de historias detrás, de aquellos que probablemente pensaron, que era un asunto para "toda la vida", o un "hasta que la muerte los separe"; pero pensándolo bien, no es hasta la muerte del respectivo cónyuge, sino hasta la muerte de la relación, del diario vivir, del dormir en la misma cama con la inmensidad en medio.

Entonces sí, es hasta que la muerte los separe. Si fuera una muerte súbita, tal vez, sólo tal vez, sería indolora; pero en este caso no es así, se gesta lentamente, en el silencio o los sonidos del desacuerdo; duele sí, como toda pérdida, se pierde una idea de familia, de pareja, una cama, una casa, una caricia, la comida juntos, los amigos en común, el respeto, el interés.

Para que la historia de una pareja finalice, por lo general es necesario que exista un distanciamiento emocional progresivo que culmina con el hecho del divorcio; los detonantes que lo precipitan pueden ser varios por ejemplo alguna infidelidad, desacuerdos domésticos, crianza de los hijos, economía, el cambio en los roles desempeñados tradicionalmente por las mujeres etc.
Lo que es común a estas miles de historias es que cada uno de los protagonistas se encuentra en una situación de supervivencia afectiva, en medio de un conflicto, en donde la ansiedad que supone enfrentar una situación similar, -que pone de frente a la posibilidad o necesidad de una nueva reorganización personal-, debilita la lucidez y genera estados de fuertes bloqueos, indecisiones en unos casos y decisiones obligadas y precipitadas en otros.
Así que la separación y el divorcio son experiencias dolorosas, sobre esto habrá muchos que estén de acuerdo, y otros tantos que hoy empiezan a darle un giro al asunto, que dicen, sí es una experiencia dolorosa, pero no necesariamente traumática. Diría que existe una gran diferencia entre la palabra fracaso y la idea de terminación de un ciclo; siendo el amor una de las experiencias humanas más profundas, cortar el vínculo amoroso es una tarea dolorosa de la vida. Sin embargo, no es posible anestesiarse ante el dolor de la vida sin anestesiarse también ante el placer de la vida, gran parte representado por la experiencia amorosa.

Patricia Barrientos Mendoza
Terapeuta Familiar
CCdEE

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